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Jueves, 11 de Julio del 2024

PSICOANALISIS Y PEDIATRIA

“LA AUTENTICA REVOLUCION SOCIAL SERIA ACEPTAR

A LOS BEBES EN LOS LUGARES  DE TRABAJO.

PERO SERIA PRECISO QUE LOS ADULTOS SOPORTARAN LA VIDA”

 Con esta reflexión, la psicoanalista Françoise Dolto  se interroga, de forma paralela y conjunta a su práctica clínica con niños, acerca de los riesgos y ventajas del ingreso a los Jardines Maternales de bebés antes de haber cumplido dos años. Ámbito de socialización precoz que requiere de ciertas condiciones. Su proyecto “ La Casa Verde” apunta a un espacio transicional mediador entre la vida en el hogar y el Jardín.

No podemos dejar de repasar el concepto de salud en la primera infancia y sus derroteros emocionales. Cuerpo y Psique entrelazados, respondiendo al unísono…¿a qué?

 Investigaciones minuciosas nos acercan a las posibles dificultades que pueden presentarse en  esos momentos .¿ Cómo  puede un bebé separarse “ exitosamente” de su madre?.¿Qué vivencias pueden interferir convirtiendo este paso, no en una apertura hacia una autonomía y socialización temprana  sino en un repliegue  sobre sí mismo que expone un mal-estar?.¿ Cómo experimenta el bebé estas nuevas geografías de acogimiento?

El marco perceptivo compartido con los adultos tutelares es sentido como garante de su identidad.  Las voces, los brazos que portan, contienen,  el olor de la madre ,los ritmos de presencia –ausencia ,  nutren al bebé biológica y simbólicamente  en  los primeros meses del exilio de la vida in-útero. El paso precoz a la experiencia institucional requiere de gestos y palabras que signifiquen esta separación, palabras que actúen dando sentido a este tránsito…de lo contrario, la desvitalización, inducida por la pérdida del espacio conocido,  seguro y confiable,  puede ser causa de  descompensaciones orgánicas. Cada díada madre – hijo es diferente y es necesario que se encuentren los estilos apropiados para mediatizar esta separación.

Siete u ocho horas  para un bebé son equivalentes a  4 o más días de nuestra vivencia del tiempo como adultos. Es aconsejable que al ir a buscarlo al Jardín, no ensayemos un encuentro cuerpo a cuerpo inmediato porque tardará en “ reconocernos”.  Es preferible introducir nuestra presencia a través de la palabra, dirigida a él y a la persona que lo ha cuidado, porque en el ínterin nos ha “olvidado”, inmerso en otro espacio perceptivo. Esto evita que el reencuentro sea percibido como una actitud “devoradora”.

Con  el destete, trabajo que la  madre realiza junto al bebé,  se irá preparando  el futuro reemplazo  del placer de boca. Díada referenciada al padre y a intereses culturales y sociales, permitirá el acceso a la palabra que vendrá  a ocupar el lugar del pecho.

Pero si las vías de encuentro mutual fracasan, el bebé puede verse aquejado de un sufrimiento que se  traduce en su cuerpo. El apetito, la digestión, la motricidad, el tono, dependen de los intercambios con la persona que se ocupa de él, y de cómo esta persona se refiere a un otro.

Podemos hablar de enfermedades simbólicas. Insomnio, vómitos, cólicos, diarreas, pueden ser expresión de dificultades vinculares, que al no disponer de otros recursos, se expresan a través de la vía de los órganos.

En la historia, la familia nuclear, la pareja con uno o dos hijos, es una modalidad reciente. A forma de relevo de los grupos convivientes más amplios, de los espacios de juego comunitarios,  el Jardín Maternal  es  una vía excelente para socializar, para sostener desde una diversidad de estímulos el gusto por los intercambios. Son estas incursiones extrafamiliares tempranas las que requieren un concepto de salud psicosomático.

 Algo equivalente puede ocurrir cuando una familia se muda de vivienda. La íntima relación del cuerpo del bebé con el espacio que habita puede verse alterada si no hay, por parte de los adultos, palabras que permitan la conexión entre un lugar y otro. Seguir “siendo nosotros” a pesar de los cambios es una ardua tarea en los inicios de la vida.

Es fundamental que desde los Jardines, junto a madres, padres y bebés se consensuen tiempos  de encuentros, donde éstos puedan integrarse en el nuevo marco perceptivo al cual luego los bebés accederán solos. El llamado “tiempo de adaptación” debería ser reemplazado por un “tiempo social”, de juegos y palabras compartidas convirtiendo este trayecto de lo familiar a lo institucional en un espacio intermedio donde no se pierdan los atributos de lo conocido. Una forma de poder simbolizar las separaciones y los encuentros.

Si bien se ha ampliado el discurso acerca del niño, estas modalidades de cuidado requieren una atención interdisciplinaria en salud, pensando al cuerpo del bebé como mediador - receptor y emisor-  de las vicisitudes de la vida de relación…