LAS PANTALLAS: DEL USO AL APEGO
Hoy presenciamos un movimiento crítico hacia el uso indiscriminado de las pantallas, especialmente en infancia y adolescencia, aunque diversas Sociedades de Pediatría llevan ya muchos años alertando sobre el tema. ¿Cómo se inician estas dificultades y cuáles son sus destinos?
Un primer acercamiento a nuestro cerebro y su procesamiento de información — de lo cual somos inconscientes— nos remite a lo que se denomina “espacio peripersonal” (EPP), haciendo referencia al espacio-distancia alrededor de nuestro cuerpo, dentro del cual podemos agarrar, acariciar o rechazar los objetos que están “a nuestro alcance”.
El cerebro procesa los objetos que están dentro de esta zona de una forma diferente a los que están por fuera —las áreas motoras que permiten el agarre se disponen automáticamente para la acción—. Mas allá del espacio peripersonal, que es algo más extenso para las cosas que nos motivan, un objeto “se procesa en términos de sus propios rasgos sensoriales característicos, más que de las acciones necesarias para agarrarlo” 1
Imaginemos estas distancias como la diferencia que expresamos cuando señalamos un objeto, a través de los pronombres demostrativos este o ese. Nuestras herramientas habituales son consideradas por nuestro cerebro como una extensión de nuestro esquema corporal, y aun cuando dejamos de usarlas, durante unos quince minutos”la distancia entre el codo y la punta de los dedos de la mano” que había efectuado la acción de agarre nos parece más larga que la del otro brazo.2
Ya desde esta modalidad de gestión de nuestro cerebro estamos en problemas. Este espacio peripersonal favorece “el agarre” de los objetos que aparte de la cercanía, nos motivan…y si continuamos con estas exploraciones nos encontramos con las “neuronas espejo”. Así denominadas porque se activan “cuando hacemos algo y también cuando vemos a alguien hacer lo mismo”3
Nuestra respuesta como observadores puede ser imitativa o complementaria, y nos habilita para entender no solamente lo que los otros hacen, sino fundamentalmente lo que sienten. Nuestro cerebro se acomoda a los gestos y expresiones del otro para entenderlo.” Este impulso mimético se restringe con el desarrollo gradual del control inhibitorio por parte de los lóbulos frontales”4
La comunicación se encuentra impedida cuando esta “resonancia” fracasa. Ya Winnicott definió como nuestro primer espejo al rostro materno…ser visto, mirarlo, descifrarlo, acompañarlo gestualmente. En El papel del espejo de la madre y de la familia en el desarrollo del niño (1967) Winnicott se pregunta ¿Qué es lo que ve el infante cuando mira el rostro de su madre? y se responde que el infante se ve a sí mismo.
A medida que crecemos, estos mecanismos garantizan la experiencia de “empatía y socialización. La irrupción tecnológica constante sitúa nuestra mirada en contenidos diseñados por algoritmos que mayormente tienen como objetivo nuestra permanencia ante la pantalla.
La nueva cultura de los emoticones congela sentimientos en rostros diseñados por fuera de los matices de los ricos gestos humanos…y de los humanos. Ya no escribimos, en un despliegue de nuestros sentimientos, simplemente tecleamos un rostro. Un grave empobrecimiento de expresión-transmisión, junto a una dependencia de imágenes que al ser modificadas inducen variaciones en nuestros estados anímicos.
“Si variamos el tamaño de las pupilas en diversas fotos de caras, el observador juzgará el estado de ánimo y carácter de la persona de manera diferente (…) las pupilas del observador tienden a dilatarse o contraerse para casar con la persona a la que está mirando (…)”5
Las pantallas nos llevan de un escenario a otro con cualidad de inmediatez. La velocidad en las llamadas “tecnologías de la libertad” es un aliado deseado —como en tantos otros aspectos de nuestra civilización—, pero este ¿logro? no acompaña posibilidades profundamente humanas. El neurocientífico Antonio Damasio sostiene que emociones como la empatía o la compasión requieren procesos cerebrales que “tardan segundos y no milisegundos en desplegarse”6
Si estamos en una conversación que dejó de interesarnos, o discutiendo un tema, podemos zanjar la situación simplemente apretando un botón. Lo vincular pierde la complejidad de las interacciones emocionales. Hay una atención parcial contínua, que va y viene sin permitirnos asimilar en profundidad temas o situaciones. Esta modalidad de atención, es también responsable de dificultades en el aprendizaje o deterioros cognitivos.
El aprendizaje y los recuerdos están ligados a emociones significativas que causan una experiencia de “acontecimiento” y se producen en un espacio compartido con un otro. Estos encuentros se diferencian de una mera conexión.
Investigaciones en niños/as menores de 4años concluyen que a más uso de pantallas hay menor desarrollo del lenguaje. Dificultades para conciliar el sueño, o despertarse en madrugada para estar en contacto con los celulares es habitual en niños/as mayores y adolescentes.
Si estamos ante un contenido atractivo en la pantalla o recibimos el esperado “like”, recompensa narcisística virtual que condiciona la forma en que nos experimentamos, nuestro cerebro libera dopamina —neurotransmisor asociado al estado de ánimo y a la motivación— y nos inducirá a repetir esa situación. Nos bastará con pulsar una tecla para volver a sentirnos bien, haciendo que se dispare nuestro sistema dopaminérgico sin necesidad de desplegar mayores recursos subjetivos.
A medida que intensificamos este mecanismo, dado que el cerebro tiende a mantener un nivel de dopamina equilibrado, si se incrementa demasiado tenderá a liberar menos, causando una experiencia de abstinencia, como ocurre en otras adicciones.
No todo lo que es semejante produce los mismos efectos. La tecnología ha incursionado en actividades plenamente humanas, como ser la escritura. La escritura cursiva a mano hace que el cerebro procese y retenga la información con más profundidad y por lo tanto sea una aliada del lenguaje, la lectoescritura y el aprendizaje en general. Escribir a mano facilita la discriminación sensorial, diferente para cada letra y la percepción de los ritmos de unión y separación para formar las palabras. Desarrolla mayor capacidad de concentración y fomenta una conexión más profunda con nuestras emociones y su despliegue creativo. Favorece el desarrollo cognitivo en la infancia. Y, sobre todo, nos devuelve una experiencia de realización propia, individualizada en nuestro estilo personal.
Avanzan los planteos sobre la importancia de la escritura cursiva manual —incluso la escritura manual en imprenta no presenta los mismos beneficios—. California y otros Estados la han declarado como aprendizaje obligatorio en los niveles iniciales.
¿Seremos capaces de discriminar los aspectos positivos de estas tecnologías de la alienación cognitiva y emocional?
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Claxton, G. (2016) Inteligencia Corporal: Por qué tu mente necesita el cuerpo mucho más de lo que
piensa. Plataforma Editorial, Barcelona.
1.- p.213, 2.- p.216, 3.- p.227, 4.-p.228, 5.- p. 230, 6.- p.299
Winnicott, D. (1971) Realidad y Juego. Cap. 9: El papel del espejo de la madre y de la familia en
el desarrollo del niño. Barcelona. Ed. Gedisa (2022)